Adolescentes y consumo

Albert Vicente

Durante la adolescencia uno de los momentos que más angustian a los padres es cuando ven que sus hijos consumen drogas o tienen intenciones de hacerlo.


Durante esta época que bien se alarga hasta pasados los 18 (recordemos que para entonces el cerebro todavía está en formación), el joven transita por un período de cambios y sucesos vital desde la vida infantil, y libre de responsabilidades, a una adulta llena de consecuencias. Se exploran nuevas identidades, nuevas formas de relación con el entorno, nuevos límites y rotura de límites y al final, el adulto que será en un futuro surgirá de todos estos eventos.


El consumo de una u otra sustancia es un hecho cultural. Desde el brindar con una copa para unas celebraciones, repartir un habano por otros o tomarse algo al salir de fiesta, por eso que los adolescentes experimenten con sustancias que alteran la conciencia es casi un hecho normal y que hay que aceptar. La disponibilidad, la aceptación social y la baja percepción de riesgo así lo predisponen. Guste a los padres o no.


El problema surge cuando estos adolescentes se atascan en el consumo. No como práctica experimental, de exploración y tanteo de los límites, sino que toman de forma abusiva sustancias, el cual conlleva no sólo problemas sociales, educacionales y relacionales, sino también en la maduración y desarrollo del joven. Lo que hará que unos sí y otros no desarrollen este comportamiento problemático es la presencia de factores de riesgo a niveles personales y ambientales, de una necesidad de llenar vacíos y carencias.


Así pues, el objetivo prioritario de todos los que rodean al adolescente es aplazar al máximo el primer consumo. Intentar que en el momento que ocurra, esté lo más preparado y con las ideas más claras posibles y habiendo valorado pros y contras de hacerlo, una, dos o veinte veces.


Pero, claro, pretender que el adolescente tenga un consumo cero es cerrar puertas al diálogo, al entendimiento ya la comprensión. No es realista pensar que en una época de búsqueda de límites abstendrán de probar el tabaco, el alcohol, el cannabis o alguna otra sustancia. Una buena estrategia para madres y padres parte de diferenciar entre uso y abuso de sustancias, dando pie a que si alguna vez surge un problema, habrá un mayor entendimiento de la situación y, por tanto, una mejor resolución del problema.



Hablar de los lugares, los momentos, dosis y frecuencias del consumo, aunque pueda generar resistencias al principio permite generar autocrítica y capacidad para decidir qué tipo de consumo quieren. Si al mismo tiempo hay un buen vínculo con ellos, permitimos que gestionen heridas, miedos, resistencias y relaciones tóxicas. Siempre será mejor metiéndonos en la piel del adolescente, entendiendo sus inquietudes, intereses y motivaciones y no desde la falta de empatía y el autoritarismo. Además, se generará un sentido de alarma cuando el consumo sea problemático, momento en el que se deberá acceder a recursos especializados en atención a la salud mental y el uso de sustancias, previniendo así consecuencias más graves a nivel fisiológico , psicológico y social.


Desde Psicolabis, proponemos a los referentes de estos adolescentes crear un espacio de diálogo, donde haya una tolerancia por los puntos de vista opuestos, pero donde a la vez queden claros los límites de las actuaciones del adolescente en la dinámica relacional, pudiendo confrontar actitudes y comportamientos de éstos respecto a las conductas de abuso. Y ser consecuentes con los actos y posibilidades, si vemos que no podemos manejar la situación, recurrir a profesionales que asesoren y intervengan. Pues el problema que se pueda generar con el consumo a menudo tiene una raíz en las formas de relación del adolescente y su entorno habitual y hay alguien externo a este entorno que desde la objetividad pueda acompañar en el cambio.



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