Los periodistas, seres humanos normales -¿si?- reflejo de una sociedad en decadencia de valores, ética, criterio, con el miedo metido en el cuerpo y en muchos casos corporativos, criticamos cosas que después nosotros hacemos. La autocrítica debería ser un ejercicio en esta profesión que tanto queremos, pero no es posible. ¿Miedo? Eso y alguna cosa más… Pero sería bueno y sano para la profesión dejar la hipocresía a un lado, y lo mismo que se denuncia a un político, un empresario o a cualquiera que no cumple con lo prometido o comete acciones delictivas, también habría que hacerlo con los periodistas. ¿Tabú? ¿Poco ético? ¿Miedo a las represalias? Aquí podríamos poner cientos de excusas… Pero habría que hacerlo.
En tiempos de crisis, los que ejercen de periodistas se les llena la boca de criticar a los gobernantes que no se han bajado el sueldo, que ganan tal o cual cantidad mientras los trabajadores sufren unos recortes que cada día les hacen perder más poder adquisitivo. Se han cargado a la clase media, ¿a toda?, no, ni tampoco a una determinada clase de periodistas: la que se presta a servir al poder, que de hecho ha ido aumentando su cuenta corriente…
Por eso, cuando salen a la luz pública las cantidades que cobran “las estrellas” de la radio, la televisión y determinados periodistas de la prensa escrita, la gente se echa las manos a la cabeza. Son sueldos, en algunos casos, exagerados. Pero si eso lo trasladamos a los medios públicos a mí, personalmente, me parecen escandaloso porque salen de los bolsillos de los contribuyentes y es un saco sin fondo. Sin olvidar que “esas estrellas” trabajan para el gobierno de turno y no para la ciudadanía. A estos les interesa más el dinero que la profesión. La empresa privada se juega su patrimonio, la pública gasta el nuestro. Esa es la diferencia y encima no es plural, sino sectaria y dirigida.
El plumilla, el vocero y el televisivo que se presta al juego del poder político, no suele tener problema ya que siempre está arropado por éste: presentación de actos, pluriempleo televisivo y radiofónico, conferencias por aquí y por allá, presentación de actos y podríamos seguir con un largo etcétera. El caso más reciente es el de Mònica Terribas, que ha cobrado nada más y nada menos que 7.000 euros por presentar unas entrevistas, conferencias o bolos, como lo quieran llamar. De bolos como estos tiene unos cuantos al año. La “musa” del independentismo percibe un sueldo como la media de los trabajadores: 200.000 euros anuales más incentivos. Eso de jugar el papel pro independencia en un medio público y hacerlo a diario tiene su recompensa y un nombre: “la bien pagá”, que será como la llamemos a partir de ahora, aunque bien es cierto que no es la única, tenemos unas cuantas. Pero esto no es sólo cosas de mujeres, hay hombres que también lo hacen, sino que le pregunten al “guaperas” de Ramón Pellicer al que algunos llaman el corcho, porque siempre flota en los cambios de gobierno y se mantiene en el cargo gobierne quien gobierne. Pero tampoco es el único, los hay y en un número importante, pero ya va siendo hora de que también lo conozca la ciudadanía, aunque a algunos le moleste.
Quiero terminar con una reflexión de mi admirada Mafalda que dice “algunas personas no han entendido que la tierra gira alrededor del sol, no de ellas”.
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