Lo de Ulises para llegar a Ítaca, comparado con las obras de la Línea 10 de metro, es un breve crucero de placer por las islas griegas. Cuando se iniciaron las obras en 2003, estaba previsto que se acabarían en 4 años y que costarían unos 2000 millones de euros. La Generalitat lleva gastados unos 6000 millones y, tras 15 años de odisea con la L10, todo apunta a que se superarán con creces los 20 años que tuvo que esperar Penélope a que volviese Ulises a casa. Con gran esfuerzo presupuestario, el Govern de la Generalitat nos ha prometido solemnemente que va a sacar de algún lado los 37 millones necesarios para que en 2019 se puedan abrir en l’Hospitalet las estaciones de Provençana e IldefonsCerdà que están a medias desde 2010.
Pero para la finalización de las obras del tronco central, que es el que trascurre paralelo a la Ronda de Dalt y es el que le da sentido a la línea, no tenemos calendario ni financiación. Más vale que Penélope no espere a que llegue el primer tren que recorra entera la L10 sentada en un banco del andén con su bolso de piel marrón, sus zapatos de tacón y su vestido de domingo, como cantaba Serrat, porque la espera va a ser más larga que en la Odisea.
En la odisea de la L10 no hay cíclopes, ninfas ni sirenas, pero los contratiempos que se han vivido parecen igual de fantasiosos. Mi episodio de despropósitos favorito es aquel en el que, en una de las múltiples inauguraciones parciales que los sucesivos Governs de la Generalitat nos han brindado, se quiso hacer el acto solemne en el momento en que asomase la tuneladora, con la mala fortuna de que hubo un error de cálculo y la máquina salió por donde no debía, cargándose un muro que volvieron a levantar para poder hacerse la foto, volviéndolo a derribar después para seguir con el túnel.
Nadie se sorprenderá de que discrepe de Lluís Llach, porque no es verdad que cuando sales para hacer el viaje hacia Ítaca hayas de rogar que el camino sea largo, lleno de aventuras, lleno de conocimientos. Llach no debió de entender la Odisea: fue un castigo divino que le alejó 10 años más de su hogar, que le hizo sufrir a él y sobre todo a su familia.
Pero el fracaso de la L10 no ha sido un castigo divino ni mucho menos culpa de Madrid, como nos pretenden hacer creer JxSí, recurriendo a su excusa habitual. El retraso y sobrecoste de la L10 es fruto de la incompetencia de los sucesivos governs de la Generalitat y lo que hay que hacer es aprender de esos innumerables errores para que no vuelvan a suceder. Que JxSí no quiera aprender de los errores nos lo esperábamos: su relato se fundamenta en que todos nuestros males son culpa de Madrid y se solucionarán con la independencia porque quieren hacernos creer que desde la Generalitat se gestiona estupendamente.
Lo que no nos imaginábamos es que el PSC tampoco quisiera arrojar luz al fracaso de la L10 y eso no hace más que alimentar al fantasma de la sociovergencia: ¿Qué es lo que quieren ocultar? Al votar en contra de la transparencia le dan un mensaje muy malo a los ciudadanos. Les dicen que siguen instalados en el inmovilismo, que no quieren reconocer errores ni rendir cuentas a la ciudadanía. Es decir, que quieren seguir tratando a los ciudadanos como si nos chupáramos el dedo.
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