Cátedra reedita “Memorias del subdesarrollo” de Edmundo Desnoes

Un relato en el que se refleja cómo vivió la burguesía cubana los primeros años del régimen revolucionario

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Recientemente fallecido en Estados Unidos -ocurrió en 2023-, al escritor cubano Edmundo Desnoes se le recuerda principalmente como autor de “Memorias del subdesarrollo”, novela corta que fue la base de una película posterior dirigida por Tomás Gutiérrez Alea. Desnoes, con parva obra narrativa, fue en alguna medida, un caso análogo al de otros tantos intelectuales cubanos, es decir, que comprometido inicialmente con la revolución, fue poco a poco distanciándose de ella hasta optar por residenciarse en Norteamérica si bien, a diferencia de otros congéneres suyos, sin necesidad de asumir por ello una clara militancia opositora. Se diferenció también en otro aspecto no menos relevante y es que por su origen familiar -su madre era de origen cultural angloparlante- manejó con idéntica soltura el castellano y el inglés. 

Cátedra recupera en edición de bolsillo su texto más emblemático y lo acompaña de un muy completo estudio previo, biográfico y literario, de Desnoes a cargo de Alejandro Luque, lo que permite leer “Memorias del subdesarrollo” contextualizándolo adecuadamente en el momento en que el autor situó su ficción narrativa que, según todos los indicios, tuvo no pocos elementos autobiográficos.

Por de pronto el protagonista se llama Malabre, que era el segundo apellido de su madre, y es un elemento típico de la burguesía cubana que ve cómo su familia se rompe por la emigración de buena parte de ella. La trama narrativa, que discurre entre la fallida invasión de Playa Girón y el incidente de los misiles rusos, o sea en 1961-1962, es por demás sencilla y lineal. Parte precisamente de la despedida de sus allegados en el aeropuerto de La Habana, momento que supone de alguna forma la liberación de Malambre de su propia mujer puesto que a partir de ese momento se convierte en hombre sentimentalmente libre que iniciará nuevas relaciones (con una menor, lo que le ocasionará problemas legales, o con la asistenta Noemí)

Todo parece indicar que “Memorias del subdesarrollo” fue una obra bien acogida por el sistema pese a que incluye ramalazos que evidencian un cierto sentido crítico con las nuevas realidades que vive el país. Cita la implantación de las cartillas de racionamiento y la carencia de ciertos bienes -el protagonista no puede comprar algo tan sencillo como un peine-, así como el inicio de la presencia de rusos -“ahora los llaman soviéticos”- o el cambio de paradigma en las alianza internacionales, a causa de los nuevos “países amigos” (los del este socialista)

No faltan frases y/o afirmaciones rotundas, claro que puestas en boca de un tercero que resulta satirizado. “Todo lo que nos rodea -dice- está hundido en el subdesarrollo. Hasta los sentimientos de los cubanos, sus alegrías y sus sufrimientos son primitivos y directos, no han sido trabajados y enredados por la cultura”. No es más misericordioso con las gentes que le rodean: “todas las mueres parecen criadas y todos los hombres, obreros”. Tampoco deja de criticar a la que fue la clase del propio autor: “no puedo pensar en la burguesía cubana sin echar espuma por la boca. Los odio tiernamente. Me dan lástima: por lo que pudieron haber sido y no fueron por imbéciles”. Pero critica a tirios y troyanos: “Todos son unos ilusos. La contra, porque vive convencida de que recuperará fácilmente su cómoda ignorancia; la revolución, porque cree que puede sacar a este país del subdesarrollo”. Y constata el axioma de que “el artista, el verdadero artista (y, añado por mi cuenta, todo verdadero intelectual) siempre será un enemigo del estado”, lo que le obliga a confesarse “yo soy en el socialismo un muerto entre los vivos”. Lo pone en boca de Malambre pero ¿lo pensaba acaso de sí mismo?

El autor enriquece el texto con la utilización de numerosos modismos cubanos, un dato que revela la inmensa variedad léxica del español antillano, algo que no todos los escritores cubanos cultivan con la misma generosidad. De este modo es posible detectar localismos, barbarismos y anglicismos, según los casos, bien exclusivamente cubanos, bien compartidos con otros países del área hispanoamericana (espejuelos, pepillo, guajiro, saya, embullar, guagua, canilla, botar, gaveta, creyón, closet, calambuco, comemierda, sato/satería, pitirre, guadafango, ponchar, toronjoso, tiñosa, filin, entre otros) amén de expresiones como “colas de pato”, “tirar a mierda” o “hacer una maraña”.

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