Venezuela: ¿La última batalla por la democracia?

Alex Fergusson
Ecólogo. Negociador. Profesor-Investigador. Universidad Central de Venezuela. Columnista del diario El Nacional.

Catalunyapress opivenec

 

Tal y como están las cosas en Venezuela, iniciaremos el nuevo año viviendo un momento político incierto e inestable. Por una parte, la dirigencia opositora (no el pueblo opositor), está cosechando las consecuencias del proceso de particularismo, que ha provocado en su seno una dispersión e incapacidad de sus líderes para trabajar por una causa común. 

 

Este fenómeno se nos reveló, entonces, como un quiste socio-psicológico que ha estado siempre allí, instalado en las entrañas de la clase política, pero también de la sociedad civil con su burocracia, su estamento militar y su sistema de justicia, de los gremios y las iglesias, entre otros, compartiendo ese mal.

 

Así pues, el particularismo dentro de la dirección opositora, borró de la conciencia de sus líderes el concepto de “En la unión está la fuerza” y, con su decisión de desmontar el interinato de Guaidó sin tener sustituto ni un plan alterno, nos ha conducido a una situación en la cual se ha puesto en juego la oportunidad de utilizar el evento electoral que se avecina, como espacio para el logro de avances en el proceso político de transición hacia la democracia. Una oposición maltrecha, dividida, con poco liderazgo y varios candidatos para un mismo cargo, tiene pocas opciones de triunfo. 

 

Pero, al mismo tiempo, la profundización de la crisis económica y social con la acumulación de problemas estructurales no resueltos que la caracteriza, junto a la difícil situación internacional en que se encuentra, ha ido minando la eficacia, la legitimidad del régimen y también el apoyo incondicional de sus copartidarios, hoy inmersos en una guerra de intereses sin precedentes.

 

Eso quizás nos explique la incertidumbre que existe respecto a los posibles resultados del evento electoral. En todo caso, lo que ocurra a partir de ahora frente al anuncio del probable adelanto de la fecha electoral, podría significar que no ocurra un cambio hacia la democracia ni se detenga el proceso de disolución del país.

Por esa razón es imperiosa la iniciativa para impulsar un proceso de orientación y auto organización popular como una inteligente y oportuna táctica política; especialmente en vista de la ausencia de un liderazgo opositor que logre definir una agenda y marcar una ruta fundamentada y políticamente viable, en vez de continuar revolcándose en sus propios lodos. 

 

Apelar esta iniciativa significa que se está convocando a la gente, no a los partidos, para enfrentar los planes del gobierno para mantenerse en el poder, aunque, por supuesto, todos estamos conscientes de la naturaleza del régimen y su poco respeto por el estado de derecho, pues ya tenemos bastante experiencia previa. 

 

Es claro que falta voluntad política entre los líderes opositores, pero hay que decir con firmeza que sería un crimen o un suicidio, renunciar a los espacios políticos o entregarlos, porque el gobierno sea autoritario. Al contrario, es cuando con mayor empeño y determinación debemos exigir el cumplimiento de los Derechos, especialmente los derechos políticos, que terminan siendo el eje transversal para garantizar los demás.

 

Estamos pues, ante la obligación de ir progresivamente ganando cuerpo y terreno, activando y movilizando a toda la sociedad democrática venezolana, lo cual requiere iniciar desde ya una tarea de pedagogía política, de tal manera que le permita al pueblo opositor, conectar con la sociedad, creando conciencia respecto a su potencialidad, sin desestimar el talante del régimen, para acerar el espíritu de lucha y estar en condiciones de lanzar con determinación una acción contundente.

 

Debemos comenzar a actuar ya, pues hemos sido advertidos por el gobierno acerca de su próxima treta. Se trata de aprovechar el espacio político que nos queda para organizar, unificar, movilizar y relanzar la lucha de la sociedad. 

 

Por otra parte, esta acción debe ser desarrollada, sin que otras opciones como la Mesa de Negociación, pese a que su viabilidad es cada vez más pobre, la presión internacional y el cerco legal, dejen de trabajarse. 

 

Llegada la hora de la confrontación definitiva, debemos estar preparados para encausar toda la fuerza de la sociedad venezolana y de los países aliados, que desea fervientemente, provocar un cambio político que abra paso a una transición, tomando en cuenta que esta podría ser nuestra “última batalla por la democracia”.

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