Cuando uno va por libre o actúa al dictado de su jefe, sin consultar con otras partes implicadas en el proceso, suele ocurrir lo vivido en el Parlament de Catalunya, donde el presidente Torra se ha marcado un farol de mucho cuidado al darle un ultimátum con data de caducidad en el mes de noviembre, al presidente del gobierno, Pedro Sánchez.
Una bravuconada que le ha costado, pocas horas después, la desautorización de JxCat y ERC los dos partidos que forman el gobierno catalán, que no eran conocedores de la decisión de Torra. Muchos se preguntan cómo un “político” que no pertenece a ningún partido puede tomar una decisión de ese calibre, sin consultarlos con ellos. No le hace falta, Puigdemont es quien marca discursos, tiempos y estrategia a seguir.
Torra, el Hamlet de la Plaza de Sant Jaume, repite constantemente en su interior: “Ser o no ser, esa es la cuestión”. Por eso, en esa lucha interior que se ve reflejada en su cara triste y apesadumbrada, le ha podido más su obediencia a Puigdemont que el sentido de responsabilidad y lealtad con los compañeros de gobierno.
La declaración inoportuna ha hecho saltar a ERC, cuyo portavoz Sergi Sabriá alertaba sobre aquellos que venden humo y prometen atajos hacia la República. Una desautorización en toda regla.
También a los grupos independentista en el Congreso de los diputados les ha cogido por sorpresa las afirmaciones del Presidente. No tenían noticia de que esto iba a suceder y no la suscriben. Son otros tiempos y quieren llegar hasta el final.
Si en los partidos independentistas no ha gustado lo más mínimo el ultimátum, en el gobierno de Sánchez ha caído como una bomba. No habrá visita de Sánchez al Palau de la Generalitat este mes, como se había dicho. La falta de lealtad con el gobierno en unos momentos donde hay reuniones que no se publicitan, se están desencallando temas que estaban aparcados y se está apostando por el dialogo, no ha gustado al ejecutivo. Pedro Sánchez ha apostado fuerte por el dialogo con el gobierno catalán pese a las reticencias de una buena parte de su partido. No se esperaba el órdago individual de Torra. No se lo va a perdonar.
El presidente catalán manifestaba que él había venido a implantar la República. Si no podía hacerlo, se marcharía. Esa sería una salida a la situación actual. Torra ha quedado desautorizado como interlocutor con Pedro Sánchez.
Quizás ya ha llegado la hora, como apuntan en privado políticos independentistas que lo sustentan en la presidencia, de terminar con Torra y Puigdemont, que tanto están obstaculizando las negociaciones y la tranquilidad en Catalunya. Aunque los hay que piensan lo contrario dentro del PdeCat, esos son hooligans que no tienen ni idea de política. Puigdemont echa de menos al PP, porque contra él le iba mejor, tenía la gran excusa de arengar a la ciudadanía.
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