​El reencuentro mágico de Vilanova

Miquel Escudero

Mercedes Vilanova, catedrática de Historia Contemporánea, escribió hace un par de años La palabra y el poder, un libro singular que es un cajón de sastre de emociones donde la autora ensaya con los rayicos de su alma. Ahora acaba de ponerle una posdata con otro título: El mago y la reina (Carena). Se trata de una narración donde persigue mostrar su anhelo de transformar y rehacer su propia historia. En favor de causas perdidas, Carolina (su alter ego) esboza caminos para encontrar fuentes orales y superar la invisibilidad de las mayorías.


Baja a cuevas submarinas y pretende disfrutar la transparencia del agua y el modo de flotar. Busca miradas de ilusión y fantasía que transmitan elegancia a su rostro y a su gesto. Le empuja el anhelo de reencontrar la 'alegría de pertenencia' que experimentara de niña y que quiere revivir para sentir un paraíso perdido; esto es, reconciliarse con un mundo que amaba con pasión y dar con un eslabón perdido para ser feliz. A los 8 años supo que quería ser una mujer bienamada, con un intento de fuga para conocer el mundo y separarse de los suyos.


La narración prosigue de forma confusa pero intensa. En el fondo, late el afán de desclasarse para 'ser'. La radicalmente triste relación con su madre, de la que no se sabe amada. Abrazarse a un pez como quien abraza la vida y sentir la plenitud del ser. En esta metáfora de la vida, donde: "lo invisible es un tesoro que llevamos dentro, está en cada célula y en ninguna. Al asirlo lo pierdes", en medio de un torrente de emociones y sentimientos puros con que regresar a quien fuimos y debimos ser, lo que no supimos hacer. Con firmeza, confía en que todo es posible de nuevo, incluso dar con un aliviador 'mago pez' (mago por conocer los senderos del universo, pez por nacer en el agua).


Escucha y atiende consejos como estos: "en lugar de escarbar en tus raíces, búscate en espejos de otros", pues el tú está en el reflejo, más allá de la ilusión de la realidad. O "antes de emprender nada, ordena tu pasado", pues rememorar no es recordar, sino sanar heridas, exponerlas al sol, dejar que cicatricen y después olvidarlas.


Inquieta y agotada, Carolina se enfrentó de forma tortuosa a su soledad. Palabras que trastocaron los pilares de su conciencia y le hicieron notar la levedad de su condición. Las culpas y la necesidad de redimirlas se esfumaron. Y concluye que el paraíso es la amistad. 

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