"El futuro no pertenece a los globalistas, sino a los patriotas". Con estas palabras, el presidente de EEUU, Donald Trump, pontificaba en la Asamblea General de la ONU, donde su intervención de poco más de media hora no deja a nadie indiferente. Nunca se sabe por dónde puede salir el 45 presidente de una nación que siempre ha querido marcar la política y la economía mundial. En su intervención, explicaba a los asistentes: "Tengo el inmenso privilegio de dirigirme a ustedes hoy como el líder electo de una nación que valora la libertad, la independencia y el autogobierno por encima de todo".
El presidente Trump sigue utilizando su nacionalismo rancio y excluyente que ataca al globalismo -lo utiliza siempre que puede- en su intención de confundirlo con la globalización. Ya en su discurso de la anterior Asamblea dijo rechazar lo que llama "ideología del globalismo" que, desde su punto de vista, se opone a su lema de 'Estados Unidos primero'. Es su eslogan favorito, que tantos votos le ha dado, y en plena campaña sigue hablando de su doctrina del patriotismo que ya ha acuñado como propia.
Pero ¿qué es el globalismo? Para el lingüista belga Jan Blommaert, el término es "vago, y eso forma parte de una estrategia del discurso político".
Algunos analistas hablan de que el término se ha transformado en un "eslogan político" o en una caricatura y representa, en el abordaje de los debates recientes, ideas opuestas al nacionalismo y al patriotismo. Según Blommaert, globalismo no es sinónimo de globalización, lo que confunde a la gente y le hace pensar que sabe de lo que está hablando. También, insiste el lingüista, globalismo es la "munición ideal" para el siglo XXI, es perfecto para las redes sociales.
El término "ha sido utilizado por nacionalistas populistas para condenar a las élites involucradas en negocios globales, como comercio e instituciones internacionales", señala Joseph Nye, profesor de Relaciones Internacionales en Harvard.
Hace unos dos años, la investigadora Or Rosemboim, del departamento de Política y Estudios Internacionales de la Universidad de Cambridge, publicó una obra: 'La aparición del globalismo: visiones del orden mundial en Gran Bretaña y Estados Unidos, 1939-1950'. En ella, explica que durante y después de la Segunda Guerra Mundial, los intelectuales públicos en Gran Bretaña y Estados Unidos bregaron con las preocupaciones sobre el futuro de la democracia, las perspectivas de libertad y el declive del sistema imperial. Sin utilizar el término 'globalización', identificaron un cambio, necesario, hacia la interconexión tecnológica, económica, cultural y política y desarrollaron una ideología 'globalista' para reflejar esta nueva realidad de posguerra. Un libro imprescindible para comprender lo que está sucediendo ahora.
El discurso de Trump ha puesto de manifiesto su estrategia de "desmontar" la globalización, de la que se aprovecha y que quiere hacerlo en beneficio propio, con la ayuda de otros populistas de derecha como es el caso de Brasil, con su presidente Jair Bolsonaro a la cabeza, gran amigo del presidente norteamericano, y ahora con la incorporación del primer ministro del Reino Unido Boris Johnson, que comparte ideología con él. Dos mandatarios rubios, uno de bote y el otro natural, que se han encontrado para colaborar en su estrategia del populismo patriota que tanto vende en esta época convulsa y vulnerable. Dos rubios muy pero que muy peligrosos. Eso sí, el inglés ya ha cosechado su primera derrota con la justicia británica, y el segundo -y el tercero-, tres cuartos de lo mismo. ¿Saldrán tocados los dos? Al menos, públicamente, sí.
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