​El presidente Torra, dispuesto a seguir dando la vara hasta el final

Carmen P. Flores

La visita del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, a Barcelona para entrevistarse con el presidente de la Generalitat, Quim Torra, y de paso mantener otros encuentros con empresarios, sindicatos, la alcaldesa de Barcelona y la Presidenta de la Diputación, despertó toda clase de comentarios a favor y en contra. Los motivos diversos y para todos los gustos ya los conocen los lectores. El motivo real del encuentro entre presidentes fue la petición de ERC al inquilino de la Moncloa de que se celebrarse para calmar a sus socios de gobierno después de que Torra se haya sentido excluido de todos los acuerdos y reuniones.


El encuentro de Sánchez y Torra en la residencia oficial, el Palau de la Generalitat, fue una puesta en escena completa, con libros de regalo al invitado incluidos. Después comparecencia por separado de los dos protagonistas. El presidente español, había cumplido con su promesa de reunión, aunque no salía demasiado entusiasmado por mucho que vendiera que todo había ido bien. Se intuía lo que venía después... La comparecencia del presidente catalán, en la línea de lo que se esperaba, pero sin explicar demasiado algunas de las cosas que posteriormente se han conocido. Es la política, las servidumbres de quien necesita votos para gobernar y sacar adelante los primeros presupuestos del gobierno de coalición de izquierdas.


Solo habían pasado pocos días del encuentro “de presidentes” cuando Quim Torra volvía a salir con la necesidad de contar con un relator en la “mesa”, porque así lo había votado el Parlament de Catalunya, con los votos de ERC, JXC y la CUP. Como si estos partidos se otorgaran la representación de toda la ciudadanía de Catalunya, como viene siendo en todos estos años.


Lo que está claro es que Torra, el presidente y portavoz delegado de Puigdemont, está dispuesto a tocar las narices todo este tiempo hasta llegar a los comicios, de cuya fecha solo el huido y él conocen. De lo que se trata es de desgastar a los republicanos todo lo que pueda, con los métodos que más daño les cause. La campaña electoral está en marcha y Puigdemont, que no admite su situación, está dispuesto a poner en marcha el ventilador y además seguir haciéndose el mártir...


Si Pedro Sánchez pensaba que a Torra, - que parece más un cura que un presidente- lo había convencido, es que no lo conoce bien. La Mesa, las reuniones, los 44 puntos y el saludo reverencial de Redondo le han dado más aire para seguir con su hoja de ruta, porque sabe que este es su tiempo, que las cosas pasan más rápidas de lo que se cree y no está dispuesto a pasar a la historia sin pena ni gloria; quiere dejar su impronta como el presidente que no acepta órdenes de Madrid, de la España, que es de lo que puede presumir, porque  presidente tiene más sombras que luces.


Como las elecciones se van a celebrar cuando lo decida Puigdemont, aunque el decreto lo firme Torra, todos estos meses que quedan hasta llegar a las mismas, un día sí y otro también, Torra va a seguir dando la vara, no lo duda nadie, porque su misión ahora es hacer todo lo posible para desacreditar a ERC, más aun conociendo cómo conoce las encuestas internas de las que dispone la Generalitat y en las que los resultados no benefician mucho al partido de Puigdemont.


Lo decía Marcel Ayme, escritor francés: “Algunas personas son tan falsas que ya no son conscientes de que piensan justamente lo contrario de lo que dicen”. 

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