Enfermeras de batas blancas con retama de fondo

Pere Font i Grasa

Las dos enfermeras llevaban unos cuantos ramitas de retama. Para ser más concisos: sendos pomos amarillos que lucían entrelazados en claro contraste con el blanco de las batas. Bajaban de la Sierra de Marina, tal como salidas de un ignoto paraje salvaje. Por el camino arenoso accedieron al asfalto. Frente a él, un gigante hospitalario: "Germans Trias i Pujol". Yo las había acotado desde el coche estando, cuanto menos harto de dar vueltas y más vueltas a los aparcamientos llenos de vehículos, decidí tirar montaña arriba hasta donde el automóvil aguantara. Pergeñado entre una tierra resquebrajada por los aguaceros de mayo, las cuatro ruedas deslizaron sobre el arena en el arcén de un sendero, plausiblemente lleno de setas cuando llegara el otoño ...


Investigadoras en un laboratorio


Días de mayo de una primavera tergiversada. Sí: podríamos decir que estábamos más cerca de Todos los Santos que de Corpus. El horizonte visto desde la altura, presentaba una ciudad plana. A la derecha, las tres chimeneas salvadas como muestra de arqueología industrial. Apenas se distinguía Montigalá, ni la calle del Mar, ni el puente del Petróleo, ni ... Todo el cielo de Badalona estaba nublado. Lejos y a la vez cerca, el Mediterráneo en apenas se divisaba.


En medio de tanta divagación matinal, las enfermeras caminaban camino abajo. Hablaban. Salgo del coche y me acerco: "Buenos días" ... "Buenos días, tenga". Caray, una respuesta sensata. urbanidad; palabras de casa, sencillas y tiernas. Las miro sin mirarlas, no fuera el caso de que creyeran que busco lidia; yo, el hombre repentino, que saliendo de un sendero silvestre revoloteaba poesía casera.


Las dos enfermeras no hablaban de poesía. El diálogo entrecortado versaba sobre el recorte de sueldo que sufrían 2008 - 2013. Comentaban la manifestación convocada para las 12 del mediodía. Sobre la tela de las batas, un montón de pegatinas anunciaban la actitud personal y colectiva en defensa de la sanidad pública. Estaban hartas de tantas collejas. Aunque resistían. 


Por la entrada principal las perdí de vista. Donde llevaban aquella retama lozana? No lo sé. A saber si para dar color en el florero del mostrador donde trabajaban, cerca de las habitaciones donde curar enfermos y consolar familiares.


En el ascensor, toda la caja rellena de pegatinas. La amplia y diáfana sala de acceso, sábanas colgados con inscripciones propias del cabreo laboral. Cada rincón, cada pasillo, cada una de las salas de espera de las trece plantas, mostraban idéntico panorama contestatario contra la patronal política propietaria del hospital.


Tras permanecer varias horas al día durante doce jornadas, el popular hospital de Can Ruti se me convirtió en una especie de tramoya redundante que no deja de ser una muestra superlativa de la crisis que padecemos. Pero, y este es el caso, si penetras con espíritu crítico hasta las plantas donde atienden a los enfermos, te das cuenta que a la hora de la atención a los pacientes, los equipos funcionan con puntualidad extrema, aplicando la medicación con una simpatía desbordante, con ánimos y cariño por los hombres o mujeres que pasan por un trayecto no querido de la vida, ahora trastornada por una legión bacteriana, por un tumor, por un trauma, por un ictus ...


... POR UN MALDITO coronavirus; Añade, ABRIL 2.020.


Sigo con la narración original:


Este es el factor humano: trabajar dando la cara. Mejorar la actitud interna cuando externamente nos quieren aniquilar. Creo que el ejemplo que he vivido el podría repetir en el resto de hospitales catalanes; donde el personal, sin distinción del color de la bata, sabe separar cabalmente la protesta social de la actitud empírica de los protocolos médicos y de enfermería.


Ignoro qué día se marca esa retama. No sé si las dos enfermeras volvieron al rincón silvestre a cortar más ramitas. Estoy convencido de su excelsa profesionalidad una vez cruzada la puerta principal. Puedo dar fe: es una página vivida en primera persona.


Desde el cielo de los justos, los hermanos Joaquín y Antoni Trias i Pujol deben estar orgullosos de los colegas que enaltecen la sanidad pública de Badalona y en toda Cataluña.

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