Hay un afán por explicar qué hacer para alcanzar la felicidad. Un afán que nace de la necesidad que tiene la gente para recibir instrucciones para alcanzar la felicidad. Sin embargo yo creo que quien más quien menos sabe, o acaba sabiendo, que no hay unas instrucciones infalibles para ser feliz.
Hay expertos en felicidad que observan que tenemos que volver a la esencia del ser humano, a simplificar nuestras vidas, a vivir como viven, por ejemplo, las etnias que aún quedan en ciertos rincones del planeta. Y no. El mito del salvaje feliz ya lo tenemos más que superado. Los mismos expertos aún son más osados en sus observaciones y los coge la fiebre del turista para afirmar que en los países pobres a la gente se la ve muy feliz, saltándose la conocida pirámide de Maslow de las necesidades y saltándose el más mínimo sentido común.
Más allá de las mencionadas observaciones, toscas y poco razonables, los expertos en felicidad siguen con argumentaciones más sutiles. Una de las más utilizadas es la convicción de utilizar un cuidadoso diálogo interno para encajar con sabiduría las circunstancias del entorno. Esta obsesión de encajar de forma lo que el entorno nos procura tiene un pequeño defecto de enfoque. La cuestión es que, en oposición a lo que afirman los expertos en felicidad: no hay que adaptar al entorno, el entorno debe adaptarse a nosotros. Esto implica que no tenemos que estar tan preocupados en el diálogo interno, al menos para explicarnos las circunstancias de nuestro entorno.
Después de todo este cúmulo de despropósitos y, en contra del consenso popular (hay que tener en cuenta que de entrada el consenso popular de una idea está muy mal considerado), los expertos en felicidad acaban concluyendo que las personas pueden cambiar su personalidad . Quizás se basan en obras de fantasía como "Un cuento de navidad" de Dickens o en películas como "Hablando de Henry" donde personas del todo insoportables, tras una experiencia dramática, devienen personas espléndidas. O quizás se basan, con los pies más en el suelo, en personas que, después de haber superado una grave enfermedad, deciden "cambiar". Todo ello son excepciones que confirman la regla o ni eso. Se trata, al fin y al cabo, de una creencia irracional que ya de entrada debilita los fundamentos del camino que te proponen hacia la felicidad.
Hay que distinguir entre los diferentes expertos en felicidad en función de sus propuestas, las que a veces pienso que no se las creen ni ellos.
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