¿Hay espacios donde el tiempo no pasa?

Ya comenté en un artículo anterior que podemos considerar que, aparte de las cuatro dimensiones convencionales, hay seis dimensiones más que explican con mayor detalle cómo nos desarrollamos dentro de esta vida. Entre estas seis nuevas dimensiones, hay una de ellas sobre la que hay que reflexionar con atención porque su existencia implica unas consecuencias totalmente asombrosas. Estoy hablando de la permanencia.

Vamos al grano. Si el tiempo es un conjunto de sucesiones de cambios, la permanencia es justamente la ausencia de cambios y, por lo tanto, la ausencia de tiempo. Asumir la existencia de la permanencia implica asumir la ausencia de tiempo en determinados espacios y eso implica asumir que el espacio puede desligarse del tiempo, es decir, asumir que hay zonas donde hay sólo tres dimensiones de las convencionales, cambiando la convicción de una dimensión vital indivisible (tres dimensiones más tiempo)

La permanencia se entiende mejor si ampliamos la dimensión vital donde estamos empapados: un mundo con causa-efecto, un mundo azaroso, un mundo sin retorno al pasado, un mundo con parámetros constantes y un mundo de unicidades. Pero a la vez se entiende mucho mejor en un mundo con seis sentidos más: memoria, previsión, comprensión, imaginación y psicomotricidad.

El conjunto de nuestros sentidos necesitan estímulos permanentes para poder funcionar correctamente, necesitamos estímulos fuera del tiempo para poder hacer crecer nuestra inteligencia. Alguien puede decir que el tiempo es todo y que negar huecos de tiempo es muy osado. También puede decir que el hecho de que nuestros sentidos capten zonas donde no pasa el tiempo demuestra que nuestros sentidos nos engañan -un clásico en la Historia de la Filosofía-.

Puede que vivamos engañados... o tal vez no, si hacemos recuento de once sentidos; y esto da para otro debate, el debate de la permanencia y su captación.