El buque de la Armada Española Hespérides ha sido atacado en aguas del Mediterráneo cuando se dirigía hacia su zona de operaciones en la Antártida. Al parecer, el mortífero misil ha impactado inicialmente en cuatro miembros de la tripulación, aunque se comenta que son algunos más los afectados. El hecho ha sorprendido al gobierno y a sus ministros, en especial a la Ministra de Defensa, Margarita Robles, y al de Sanidad, Salvador Illa, a los que no les va a quedar más remedio que incorporar en sus innumerables e inacabables ruedas de prensa el incidente acontecido. A las ya habituales intervenciones sobre la pandemia y sobre los efectos del Filomena, deberán empezar a explicar lo que está pasado allende los mares, o quizás, si es material clasificado, no tengamos más remedio que especular sobre los hechos. En estos momentos, reina la incertidumbre como en tiempos de guerra y, como suele suceder, son los avezados periodistas los aportan alguna información. Según fuentes de diferentes medios, el buque Hespérides fue atacado en aguas del Mediterráneo, después de partir del puerto de Cartagena en dirección a la Antártida, por el diabólico Covid-19, obligándolo a permanecer atracado en el puerto de las Palmas para cumplir la prescrita cuarentena. ¡Menudo susto!, me temía algo peor, pero no, el misil que impactó por encima de la línea de flotación tan solo ha conseguido alterar su hoja de ruta, solucionable con la adopción de medidas preventivas y curativas, y con alguna pequeña nota aclaratoria en el Cuaderno de Bitácora. Aunque, según últimas noticias, es posible que el viaje de colaboración científica de este año 2021 a la Antártida quede cancelado. Ya nos dirá algo Margarita.
Probablemente el lector se preguntará que tiene esto que ver con lo que suelo hacer y escribir en la sección de “Turismo y Viajes” de Catalunya Press. Pues bien, mucho, porque la tripulación del Hespérides me recibió con gran atención y afecto en el puerto de Ushuaia en mi viaje al Fin del Mundo y, como “es de bien nacido ser agradecido”, quiero dedicarles este artículo, desearles una pronta recuperación y que, lo antes posible, puedan levar anclas y dirigirse a las frías e inhóspitas tierras heladas en las que su colaboración y soporte a los científicos es absolutamente imprescindible.
Ushuaia, es la capital de la provincia de Tierra del Fuego, las islas del Atlántico Sur y la Antártida. Se encuentra en la Patagonia Argentina, en la zona más austral del Continente Americano y por debajo del Estrecho de Magallanes. También se conoce la región como el “Fin del Mundo”. Era, la tierra de los Yámanes, de los fueguinos, indígenas feroces, casi animales (según comenta Darwin que anduvo por allí ente 1831 y 1836), que se alimentaban con carne humana cruda. La convivencia con los indígenas se inició, tras varios intentos, con el establecimiento de una misión en donde hoy se encuentra la ciudad de Ushuaia y posteriormente, finales del siglo XIX y principios del XX, a partir del interés científico por lo que denominaron “población arrinconada” o que quedó al margen de los avances de la civilización. Es el interés científico por los pobladores indígenas y por el medio natural lo que ha convertido a Ushuaia en lo que es hoy, un puerto base para la numerosa actividad científica que se desarrolla en la zona y también, un centro de atracción turística de primera magnitud. Nuestro país, pionero en los descubrimientos por estas inhóspitas tierras, no podía quedar al margen y se sumó a las actividades científicas que varios países llevaban a cabo en la Antártida en los años 60. En 1991, el Hespérides llevó a cabo su primera campaña de colaboración en labores de investigación científica en la zona.
En abril de 2019, tras regresar por el Canal de Beagle de visitar el Faro del Fin del Mundo, la Isla de los Cormoranes y de avistar alguna ballena rezagada en su migración hacia la Península de Valdés, donde la calidez de las aguas facilita la alimentación y la cría, encontré amarrado en el puerto de Ushuaia el Buque Oceanográfico Hespérides de la Armada Española. En los viajes largos y lejos de casa, encontrar compatriotas siempre me ha alegrado el día, sobre todo en aquellos países donde el idioma es tan diferente, que la comunicación se reduce a gestos que todo el mundo entiende. Afortunadamente, charlar con la tripulación del Hespérides fue algo difícil de olvidar, no solo porque compartimos un mismo idioma, sino porque se volcaron en atenciones y explicaciones sobre todo aquello que llamaba mi atención y mi curiosidad.
Me comentaron, tras autorizarme subir al buque y tocar la campana de bronce de a bordo que lleva cincelado el nombre del buque, que el nombre de “Hespérides” hace referencia al árbol de la ciencia y a las ninfas que en la mitología griega cuidaban de los frutos de la inmortalidad. Todavía no había dado el primer paso sobre la cubierta y ya me había hecho la idea de que la visita superaría mis expectativas. El recorrido, sin prisas, por todas y cada una de las estancias del buque me permitió hacerme una idea clara sobre el lugar, los equipos, las condiciones en las que trabaja la tripulación y sobre el soporte que dan a nuestros científicos, tanto a bordo como en las dos bases fijas que nuestro país tiene en la Antártida: “Juan Carlos I” y “Gabriel de Castilla”. Sin la preparación y entrega de estos preparados marineros, las campañas científicas llevadas a cabo por científicos de diferentes universidades serían irrealizables. Quizás, si la señora Colau se acercase por estos lares y viese la actividad que desempeñan estos profesionales, dejaría de animar a jovenzuelos, directa o indirectamente, a boicotear cada año el estand que los centros de formación del ejército ponen en el Saló de l’Ensenyament que se organiza en la ciudad de Barcelona, la ciudad de todos, no la de ella. Algunos políticos deberían aprender que el progreso viene de la mano de la ciencia, del conocimiento, y no de sus habilidades para engatusar a los ciudadanos para conseguir votos.
El Hespérides había llegado el 17 de enero al puerto de Ushuaia para iniciar su XXIV campaña del buque en el marco de la XXXII campaña en la antártica española. Durante dos días estuvieron recibiendo y acomodando a los 37 científicos y técnicos de diferentes nacionalidades que formarían parte de la primera rotación tanto para trabajos de investigación a bordo como en las bases antárticas. Aprovisionados de material y víveres pusieron rumbo a las islas Shetland del Sur, donde se encuentran las bases que dirige el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), juntamente con unidades de la marina y del ejército de tierra. Un total de 24 proyectos de investigación relacionados con el clima, análisis de residuos y sedimentos, biología marina, glaciología, geomagnetismo, corrientes marinas, entre otros, se llevan a cabo por los científicos en las bases fijas y en los más de 350 metros cuadrados de instalaciones a bordo del buque dedicados exclusivamente para estas tareas, estando dotados del material necesario, de una red informática para uso exclusivo científico y otra de alimentación ultraestable.
A finales de marzo, el Hespérides regresó a Ushuaia para repostar y posibilitar que una nueva rotación de científicos continuase con los trabajos emprendidos en esta campaña. Fue entonces, como mencioné anteriormente, que, encontrándome en Ushuaia tuve la ocasión de visitarles y de conocer de primera voce el día a día y los quehaceres de un equipo de compatriotas que, motivados por la investigación, contribuyen a mejorar nuestro hábitat y condiciones de vida dejando a sus espaldas el Faro del Fin del Mundo y lejos de sus hogares, de sus familias y, en ocasiones, realizando su trabajo en condiciones durísimas.
Me gustaría, en este breve artículo, nombrarlos a todos en señal de reconocimiento, respeto y admiración por su trabajo. Espero que las fotos y el video que acompaño sean de su agrado y solicito al capitán, José Emilio Regodón, que les dé un abrazo de mi parte y que, una vez superado el periodo de cuarentena provocado por el Covid-19, pueda levar anclas y dar la orden de partir hacia una nueva campaña en tierras antárticas. Nada pudo impedir a Fernando de Magallanes navegar y explorar las tierras del Fin del Mundo, ni encontrar una vía de comunicación entre dos océanos, por lo tanto, por más que insista el maligno virus no conseguirá amedrentarlos. Es una situación temporal y como dijo Russel Crowe a su amigo Stephen Maturín, doctor y naturista, al no poder detenerse en las islas Galápagos en la película “Master and Commander: Al otro lado del mundo”: «Bueno Stephen, ese pájaro no vuela…, no irá a ninguna parte» Parafraseando al capital Aubrey, me permito decir a la tripulación del Hespérides y a los científicos, que, los pingüinos, los lobos de mar, las ballenas, los glaciares, el cielo y las estrellas, seguirán estando allí, esperándolos.
Escribe tu comentario