Otra vez la negociación: burla o espacio de esperanza

Alex Fergusson
Ecólogo. Negociador. Profesor-Investigador. Universidad Central de Venezuela. Columnista del diario El Nacional.

Otra vez, la palabra negociación aparece en los medios y redes sociales de Venezuela, así como en las conversaciones de políticos, analistas y afines. 


Sabemos que se negocia cuando las partes se reconocen y aceptan, y reconocen que existe un conflicto que enfrentar (resolver o transformar) y ambas entienden que tienen algo que ganar. 


En este punto el gobierno ha dicho, claramente, lo que quiere: que se reconozca su legitimidad, es decir, la sumisión de la oposición a sus actos, y que cesen las sanciones y restricciones económicas provenientes de otros países.  

 

Nicolás Maduro
Nicolás Maduro @ep


Por su parte, la agenda de la oposición parece seguir siendo la misma desde hace años, aunque ahora el país es otro.


Así pues, frente a esta reanudación de las negociaciones, el dilema principal es si las partes se proponen, simplemente, resolver un conflicto puntual o si en verdad aspiran a avanzar hacia un horizonte deseado en el cual se logre construir nuevas formas de relación y la paz, a través de un proceso de elecciones creíble.


Por lo que veo, el gobierno solo quiere “resolver un conflicto” que lo afecta (además de ganar tiempo y limpiar un poco su imagen) y, en consecuencia, solo abordará lo inmediato, con lo cual los asuntos de fondo seguirán ocultos. 


En esta visión, el foco se centra, como vemos, en los contenidos inmediatos, las causas visibles, y su propósito, frecuentemente único, es llegar a un acuerdo. 


El proceso se circunscribe, pues, a las inmediaciones de la relación donde surge el problema y tiene, por tanto, un horizonte de muy corto plazo. Si ese es el propósito, la negociación solo traerá decepción a quienes crean que allí se resolverán, de una vez, los problemas de la enorme crisis económica, social y política que vivimos.  


Si en verdad las partes quieren “avanzar hacia un horizonte deseado”, la negociación deviene en oportunidad de transformar las relaciones políticas y humanas, para impulsar la cooperación mutuamente beneficiosa y fundamentar la necesidad de revisión permanente de las reglas, normas, leyes e instituciones. 


La negociación permitiría, entonces, crear procesos de cambio constructivo que reduzcan la violencia, incrementen la justicia en la interacción directa y en las estructuras sociales, y responda a los problemas reales de la sociedad.


Pero esa no parece ser la situación. Lo que parece haber es una negociación contenciosa, polémica y a pérdida, forzada por una crisis insostenible, en la que uno de los actores está inerme frente a un poder omnímodo, que quiere ganar destruyendo al otro.


Si la negociación no conduce a la apertura de los espacios de transición a la democracia, es decir, a procesos electorales no viciados, con un árbitro confiable, con la recuperación plena de la institucionalidad vulnerada y con un órgano rector de la justicia en el que se pueda creer, entonces, ¿cuál es el propósito de negociar? 


Por supuesto, en vista de la notoriedad del evento, existe la gran oportunidad de aprovechar, una vez más, para poner en evidencia el talante autoritario y poco democrático del gobierno. Al respecto, las declaraciones del jefe del Partido de gobierno, no dejan lugar a dudas: “si quieren elecciones libres, debemos estar libres de sanciones”.


Sin embargo, pese a que muchas opiniones señalan un nuevo triunfo del gobierno, al mirar con detalle los acuerdos alcanzados en la reciente ronda, se puede apreciar que no es del todo así.


Con relación a la liberación de 3 mil millones de USD de los fondos bloqueados del gobierno, estos se dirigirán a la prestación de ayuda humanitaria según criterios ya establecidos y serán administrados por entidades de las Naciones Unidas. Así que el gobierno no verá un solo centavo de ese dinero ni podrá intervenir en su manejo durante los próximos tres años. Lo que si podrá, es intentar sabotear su aplicación, como ha hecho anteriormente con las ayudas humanitarias organizadas por la oposición y sus aliados.


En cuando a la renovación de la licencia para operaciones petroleras de la empresa Chevron, pasa algo parecido. La licencia durará seis (6) meses y se evaluará mes a mes. También autoriza la adquisición por parte de la empresa, de los equipos, repuestos e insumos que requiera para su actividad en el país sin ninguna limitación.


El gobierno venezolano, por su parte, no recibirá ningún beneficio, ni en dinero ni en petróleo, pues tanto la actual como la futura producción, estimada en unos 125 mil barriles diarios, será vendida directa y únicamente a los Estados Unidos y sobre ella, Chevron tampoco pagará regalías a PDVSA.


Como vemos, las cosas no le fueron muy bien al gobierno, pues además se utilizó su propia Ley Antibloqueo, creada para eludir las sanciones, como piso legal para el acuerdo, y quizás por primera vez, contrario a algunas opiniones adversas y no bien fundamentadas, no pudo salirse con la suya. No es de extrañar entonces, que su interés en continuar las negociaciones pierda impulso.


Además, no debemos olvidar que el Documento de Entendimiento suscrito por las partes para iniciar el diálogo, y que sigue vigente, establece que: “La negociación se dará bajo el principio de que nada está acordado hasta que todo lo esté. Sin embargo, las partes podrán celebrar acuerdos parciales si consideran que el o los temas sobre los que versen han sido suficientemente discutidos y si su implementación es urgente, necesaria o, al menos, verificable antes del término de la negociación.”


Al fin y al cabo, como resultado de estos acuerdos, y pese a los detractores, pudiera haber algún alivio para la gente que requiere con urgencia la ayuda humanitaria en nuestro destrozado país y, al mismo tiempo, podemos estar ayudando a Occidente a sobrellevar la crisis energética creada por la guerra que Rusia, China e Irán le han declarado. 


Así que, aún hay espacio para la esperanza.
 

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