Siguiendo las recientes declaraciones del Sr. Juan Guaidó en las redes, más allá de sus señalamientos acerca de la deplorable situación, casi trágica, de la crisis que padecemos desde hace ya varios años, lo que me más me conmovió fue la percepción de estar frente a un héroe solitario que, pese a ello, sigue batallando “…más allá de toda esperanza”, como diría Tolkien.
Y allí está la piedra angular del momento político de la crisis venezolana.
Por supuesto, y con relación al gobierno mismo, no queda duda, como dijera el sociólogo venezolano Rigoberto Lanz, que no estamos lidiando con pensamiento político sino con mazamorra ideológica; que no enfrentamos un proyecto de país alternativo sino la furia del odio y las frustraciones personales; que no se trata de interactuar políticamente con formaciones antagonistas, gente que piensa distinto, sino lidiar con patologías psicopolíticas irrecuperables; eso ya lo sabemos.
El asunto que me preocupa es que se puso en evidencia la magnitud del daño que le ha hecho una dirigencia opositora egocéntrica y desleal, a las posibilidades de triunfar en la grandiosa lucha por recuperar al país, hoy sumido en la barbarie y la miseria.
Y entonces me pregunto, ¿por qué Guaidó sigue luchando pese a que los intereses políticos y personales de los supuestos líderes de la oposición siguen privando sobre el bien mayor que es el bienestar de la gente?
No me cabe duda de que una de las principales razones por las que el gobierno sigue allí, avanzando en su propósito de mantenerse en el poder, es porque no existe un liderazgo fuerte, claro, unido en la diversidad política e ideológica de sus componentes, capaz de despertar, canalizar y potenciar el ansia libertaria del pueblo opositor.
Solo nos queda esperar y luchar para que la gente adquiera la convicción de que el gobierno no rectificará en sus políticas (vean su respuesta frente a la nueva Junta Directiva de la AN 2015 y el aumento del acoso a Guaidó) y que la crisis económica, social y política, empeorará, mientras se agudizan las contradicciones entre los grupos de intereses que hoy manejan el gobierno, a los cuales solo les importa acumular fortuna, mantenerse en el poder y saciar sus deseos de revancha.
Pero el daño ya está hecho. Las recientes declaraciones de los gobiernos de Alemania, Canadá y los Estados Unidos, como era de esperarse, recordando aquello de …”el amor y el interés se fueron al campo un día”… no dejan dudas. La oposición sin Guaidó, se quedó sola en la lucha por la transición a la democracia y la libertad.
No obstante, parece que el pueblo opositor no lo ha abandonado y confía en que, bajo su conducción, se pueda conformar un nuevo liderazgo creíble, capaz de movilizar el evidente descontento de la gente chavista, de los no chavista y de los no alineados, que son la mayoría del país, el cual por cierto ya comienza a manifestarse a través de la protesta de los docentes, los obreros y los jubilados.
Necesitamos, entonces, un liderazgo que nos provea de una bandera, de una causa no ilusoria y de una guía a la cual dedicar nuestros esfuerzos cotidianos, cada uno desde su propia y particular trinchera, pues, contrario a lo que pueda pensarse, la situación creada por la defenestración del liderazgo formal de Guaidó, abre las opciones para avanzar por nuevos e inéditos caminos que nos lleven a un proceso de transición factible hacia una democracia plena.
El liderazgo de la oposición que surge de las decisiones de la AN 2015, ya no es capaz de generar confianza ante un pueblo agobiado por la crisis. Tampoco ha interpretado adecuadamente la situación y no podrá devolverle al pueblo la convicción de que un futuro mejor es posible.
La tan cacareada UNIDAD ha cedido ante el juego de intereses particulares, y por esa razón es imperiosa la iniciativa para motivar, orientar y organizar a la gente como una inteligente y oportuna estrategia política; especialmente en vista de la ausencia de un liderazgo opositor que logre definir una agenda y marcar una ruta fundamentada y políticamente viable, en vez de continuar revolcándose en sus propios lodos.
Apelar a esta iniciativa significa convocar a la gente, (sindicatos, gremios, organizaciones comunitarias, y a los partidos y líderes decentes que quedan), para enfrentar los planes del gobierno de mantenerse en el poder como sea, y así construir un liderazgo fuerte, claro, unido, ahora sí, en la diversidad política e ideológica de sus componentes, capaz de despertar, canalizar y potenciar el ansia libertaria y la voluntad democrática del pueblo venezolano.
Estamos pues, ante la obligación de ir progresivamente ganando cuerpo y terreno, activando y movilizando a toda la sociedad, lo cual requiere iniciar desde ya una tarea de pedagogía política que le permita al pueblo despertar la conciencia respecto a su potencialidad, sin desestimar el talante del régimen, para acerar el espíritu de lucha y estar en condiciones de lanzar con determinación acciones contundentes como las que están realizando los trabajadores y pensionados.
Llegada la hora de la confrontación definitiva, que parece aproximarse, debemos estar preparados para encausar toda la fuerza de la sociedad venezolana y de los aliados externos que desea fervientemente provocar un cambio político que abra paso a una transición hacia la democracia que, por los vientos que soplan, está en peligro.
Urge, entonces, construir una nueva gerencia de la crisis que acompañe al héroe, que alimente el coraje, la determinación y la convicción en nuestro poder de lucha y en nuestras propias capacidades para enfrentar dificultades y vencer los miedos.
La gran tarea hoy es, pues, contribuir a fortalecer el liderazgo popular, sin los partidos desleales al pueblo, que nos mueva a sentir de nuevo el entusiasmo de vivir con alegría la aventura de la vida. Vencer o ser derrotados, no hay más opciones, así que… “necesario es vencer”.
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