Venezuela: ¿el comienzo del final?

Alex Fergusson
Ecólogo. Negociador. Profesor-Investigador. Universidad Central de Venezuela. Columnista del diario El Nacional.

Bandera de Venezuela


Han pasado menos de dos meses desde que se inició en Venezuela este proceso de transición a la libertad, bajo las premisas de: Fin de la usurpación del poder, Gobierno de transición y Elecciones libres.


En un artículo anterior (Venezuela: punto de quiebre) publicado en este mismo sitio, señalamos que el advenimiento de un nuevo liderazgo opositor y el relanzamiento de la Asamblea Nacional (AN), crearon las bases para la acción política y el diseño de una agenda de trabajo que ha generado confianza y alimentado la esperanza de una salida a la crisis.


Las contundentes manifestaciones populares realizadas el 23 de enero y luego el 12 de febrero de manera simultáneamente en más de 60 ciudades del país, junto con la organización de un voluntariado con más de 700 mil miembros, mostraron con toda claridad, la voluntad de la gente de avanzar por el camino que conduce a un cambio de gobierno y a la recuperación de la democracia.


Como parte del proceso de transición, la solicitud de la AN para el envío de ayuda humanitaria internacional y su posterior autorización para el ingreso al país el pasado fin de semana, crearon una expectativa sin precedentes, pues no solo significa ayuda médica y alimentaria inmediata para más de 450 mil personas en condiciones extremas de salud (cáncer, diabetes, insuficiencia renal, Sida, afecciones cardíacas) y malnutrición, sino que ponía a prueba el talante político del gobierno.


El resultado es bien conocido. Contrario a lo que la inteligencia política y el sentido común aconsejaban, el gobierno optó por impedir el acceso de la ayuda humanitaria. El saldo, hasta ahora es de unos 20 muertos (valientes indígenas incluidos), más de 380 heridos, muchos apresados y unas cuantas toneladas de medicinas y alimentos quemadas junto con los camiones que las transportaban.


Pero también quedó de manifiesto que el gobierno no solo perdió su capital social, es decir, al pueblo chavista, sino que también perdió al ejército a juzgar por los actores involucrados en la represión.


Así, las acciones para impedir el ingreso de la ayuda humanitaria, estuvo a cargo de unos pocos efectivos de la Guardia Nacional, las FAES (Fuerza de Acciones Especiales) que son mercenarios con licencia para matar, grupos civiles armados que el gobierno organiza y financia (Círculos Bolivarianos) y, oh sorpresa, un contingente de prisioneros comunes liberados temporalmente para defender la revolución.


Esto me recuerda, tristemente, al famoso Batallón de Granaderos formado por delincuentes, que el gobierno mexicano usaba en los 70’ para reprimir a los estudiantes, o a los Escuadrones de la Muerte en la Argentina o las Tropas de Élite que se usaban en Brasil para atacar los barrios; solo que estos eran métodos usados por la extrema derecha fascista.


Agreguemos a esto la situación de más de 200 oficiales, suboficiales y soldados de las Fuerzas Armadas que han desertado en los últimos días y la ausencia notoria del componente Ejército en la frontera.


El resultado neto de los eventos del viernes y sábado pasados ha sido un nuevo descalabro para el gobierno, aunque eso signifique un retraso en el acceso de la ayuda humanitaria. La indignación que provocaron tanto a lo interno como en el ámbito internacional hizo que la respuesta internacional no se haya hecho esperar y esté en curso una reunión extraordinaria del Grupo de Lima, en Bogotá.


Por supuesto, nadie quiere una guerra entre hermanos, pero el gobierno atiza ese fuego.


Lo cierto es que las sanciones se van a incrementar, el cerco se cerrará y la “espada de Damocles” de la intervención militar, pende sobre sus cabezas. Mientras tanto, los jerarcas del gobierno siguen enviando a sus familias al exterior, aunque cada vez les quedan menos opciones de refugio, y los signos de descomposición interna del gobierno, se hacen cada vez más evidentes.


Por su parte, el pueblo venezolano sigue expresando, mayoritaria y contundentemente, su apoyo a la “hoja de ruta” trazada para la transición democrática.


Nos queda, entonces, tener paciencia, mantener el coraje y la determinación y ser perseverantes con el proceso de transición, pues parece que el final ha comenzado.

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