​Balzac y la última lágrima de joven

Miquel Escudero

Tenía Honoré Balzac treinta años cuando en 1829 dejó de firmar sus escritos con pseudónimo. Comenzó la que llamaría 'La Comédie Humaine', alrededor de 90 novelas, más de 2.000 personajes (con sus nombres y apellidos; una competencia al Registro civil). Logró hacer esa impresionante crónica mediante jornadas de trabajo de más de quince horas diarias. Murió con 51 años. Escrita en 1834, 'Le père Goriot' incluye por primera vez personajes de novelas anteriores, como el joven Rastignac. Éste, al enterrar a Goriot, sentirá una inmensa tristeza y verterá su última lágrima como joven, "esta lágrima arrancada por las santas emociones de un corazón puro". ¿Os imagináis dejando de ser jóvenes, queridos amigos?


El 'padre' Goriot no era un sacerdote, era viudo y tenía dos hijas casadas; en la obra no tenía aún los setenta años. La suya es una historia de generosidad incomprendida y equivocada. Nos lo presentan como "un verdadero desgraciado del cual todo el mundo se burla", y que dio a cada una de las dos hijas quinientos o seiscientos mil francos, guardándose sólo para él unas ocho o diez mil libras de renta. Al cabo de dos años, sus yernos le apartaron de su compañía como al último de los miserables. Este hombre acabará desengañado y amargado. Creyó comprender a Dios cuando fue padre, creyó a sus hijas mejores que él, les permitió siempre satisfacer sus fantasías de jovencitas. Pero dirá "es preciso morir para saber lo que son los hijos", siente que no tiene más remedio que morirse. Sucumbirá a una apoplejía, el modo de morirse de quien dice haberse dado cuenta de que estaba de más en la Tierra. Alguien que reconoce haber "vivido para ser humillado, insultado". Aquí se nos dirá que “todo se viene abajo si los hijos no aman a sus padres”, y que el hecho de que éstos sean pisoteados hará que la patria muera.


Balzac reproduce la lógica de gentes ruines o con cabeza hueca, "una de las detestables costumbres de estos espíritus liliputienses es suponer sus mezquindades en los demás". Habrá, no obstante, quien "como don Quijote", prefiera tomar la defensa del débil contra el fuerte. La voluntad de hacerse rico, ¿no es decidirse a mentir, doblegarse, arrastrarse, adular, disimular?: "¿No es consentir en hacerse el criado de los que han mentido, se han doblegado y arrastrado? Antes de ser su cómplice, hay que servirlos. Pues bien, ¡no!". 

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