​Simenon y los mirlos de Maigret

Miquel Escudero

Georges Simenon fue un escritor belga nacido en 1903. Mi amigo Julián Marías lo creía uno de los mejores del siglo XX, y no sólo en lengua francesa. La primera vez que supe de él fue por el cine, vi unas cuantas películas basadas en historias de su personaje el comisario Maigret. Me consta que es poco conocido, ¿o me equivoco? Silencio hasta en Marie-Claire y demás 'erasmus' franceses. Pero vale la pena, muchachos. ¿Qué os puedo señalar de su interés por las vidas humanas, por los detalles que la afectan? He traído aquí algunas referencias de su incierta búsqueda de felicidad. Gentes que llegan a hablar con ternura, que desengañadas transmiten interés por los demás, que se alegran cuando encuentran en otros ojos una luz suave y apaciguadora. Gentes cuya mirada muestra sufrimiento y su rostro pugna por otra expresión. Gentes que no piensan claro, o que tienen la penosa sensación de no haber sido ellos mismos, de haberse dejado dominar por una especie de embrujamiento.


En sus 'Memorias', Maigret reconoce haber aprendido mucho en la calle, en las ferias, en los grandes almacenes, allá donde se reúnen multitudes; mil ruidos familiares. Claro que no comprende todos los misterios humanos, pero se aplica en este procedimiento: "todo es cuestión de saber. Saber el ambiente en que se ha cometido un crimen; saber el género de vida, las costumbres, los hábitos y las reacciones de la gente complicada en él, víctimas, culpables o simples testigos. Entrar en su mundo sin sorpresa, naturalmente y hablando su lenguaje".


Puede alcanzar la oscura sensación de que hay demasiada gente que no está en su sitio, que en una cafetería están separados no sólo por asientos vacíos, sino por un vacío indefinible y más difícil de salvar, que tal vez emana de cada cual. Él se sabe un profesional, no juega a las adivinanzas y no le excita una caza apasionante. Un comisario Maigret carente de rencor, sin apenas curiosidad: los hechos como son, y que a fin de cuentas mira a los criminales: "como a seres que existen y que, para bien de la sociedad y pensando en el orden público, hay que mantener de grado o por fuerza dentro de ciertos límites, y que castigar cuando los franquean". Maigret se llena de realidad, y se podría decir que "a causa de los mirlos el universo penetraba un poco más en su sueño, y mezclaba realidades con lo que estaba soñando". 

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