​El doctor Baldasano

Miquel Escudero

Mucha gente identifica 'calentamiento global' y 'cambio climático' como conceptos equivalentes. Pero tienen algunas diferencias. El primer término refiere el aumento de la temperatura media anual de la superficie de la Tierra (un incremento que no es uniforme; por ejemplo, el Ártico se calienta más que el promedio, mientras que el Atlántico Norte se enfría), pero hoy sirve para aludir a un complejo proceso científico. El 'cambio climático', por el contrario, se refiere a la gama completa de consecuencias o impactos que se producen por el aumento de las concentraciones en la atmósfera de los gases del efecto invernadero (GEI) y representa una multitud de efectos de dicho calentamiento. Cuanto antes se reduzcan las emisiones GEI, mejor se limitarán los daños y costes del cambio climático. Hay evidencia de esta relación de causa y efecto, y no hay posible discusión científica. "Con la ciencia no se puede negociar", así lo ha sintetizado el profesor José María Baldasano.


He tenido la fortuna de escuchar a este distinguido investigador de Ingeniería Ambiental (algunos de sus muchos méritos científicos son ser premio Rey Jaime I, director de 33 tesis doctorales, autor de 400 artículos científicos y fundador y director del departamento de Ciencias de la Tierra del 'Barcelona Supercomputing Center'). En julio, la Real Academia Europea de Doctores le acogió como Académico Numerario en una magnífica sesión. Su discurso de ingreso se tituló 'El actual cambio climático: una visión holística de la crisis climática' ('actual' porque lo está generando la especie humana desde hace tres siglos; 'holístico' porque esa realidad es vista como un todo distinto a la suma de las partes que la componen).


Hay una absoluta necesidad de evitar un cambio climático desbocado y descontrolado, por ser graves e imprevisibles sus consecuencias. Si no se toman medidas, en 2050 se habrán perdido 1,5 millones de kilómetros cuadrados de tierras agrícolas (equivalente a las zonas cultivables de toda la India). Se precisa de las intervenciones tecnológicas de la geoingeniería, pero también de un cambio de mentalidad ante los drásticos cambios que nos aguardan. En 2018 murieron 10.733 personas por desastres naturales y los fenómenos meteorológicos extremos afectaron a 62 millones de personas, entre tormentas, incendios, sequías o inundaciones. En efecto, con la ciencia no se puede negociar. 

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