Trenes que sólo pasan una vez

Miquel Escudero

Parece ser que Madí y Mas tuvieron la idea de promocionar a la CUP en el Parlament. A los tres años de su entrada, un carpetovetónico empate a 1.515 votos simbolizó el error de aquella táctica. Atragantado por ellos, Mas –quien se jacta de un ‘razonar estricto’ y de ‘asumir riesgos’- destaca hoy que la CUP de Fernàndez y Arrufat “despertaba interés intelectual” y que el malo era Salellas.


Éste le envió solemnemente a la papelera de la historia, expresión que el arrojado califica de “vengativa, propia de un sectarismo chapucero, cínico y maleducado, que también existe”. No queda ahí la cosa, el abogado Salellas (el ‘más contundente’ en su contra) representa para él la peor retórica de la CUP, irresponsable y “tan ruidosa y gesticulante como vacía de contenido”.


La creencia del expresidente Mas (o quizá sea sólo su mantra preferido) es que “Catalunya está por encima de todos nosotros y de nuestros partidos”. Cualquier diferencia se ha de supeditar al ídolo de la patria y a sus sacerdotes, que han experimentado la apoteosis de una emoción, “la preciosa sensación de formar parte de algo muy grande y bonito”. ¿Cómo supera la decepción que le produjo el fraude Jordi Pujol? Afirmando que sigue siendo un referente moral y ético del país y que “fue mi padre político, el hombre que confió en mí y mi estima por él permanece intacta”. Sucede que no hay expadres y JP sigue vivo.


El presidente del PDeCAT, Artur Mas


Para todo tiene Mas explicación, pues el procés se puede ver como una “lucha permanente para explicarse en un entorno de máxima hostilidad”. Se entienden así sus abrazos con David Fernàndez: “nos respetábamos y sentíamos mucho afecto”. No sólo eso: “Sé que la foto puso nerviosas a algunas personas. Pero David y yo nos merecíamos ese abrazo natural y nada planificado”. La voluntad de un pueblo.


Mas parece estar dado al escupitajo: “Soy de los que piensan que España, antes de perder Catalunya, saldría de la Unión Europea”. Un Estado capaz de hacer daño a la economía catalana y, por tanto, de autolesionarse. Un Estado que se venga y castiga con saña, con tics franquistas. Un Estado primitivo y que amenaza hasta el punto de hacer el ridículo, que miente y manipula.


Un astuto y fino señor que insulta a destajo al Estado, al que desobedeció todo lo que pudo; quizá por esto: “el sistema democrático español se ha deteriorado, ha perdido calidad y glamur”. ¡Uf!

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