​Jorge Amado y Els Joglars

Edmundo Font

La maledicencia, la calumnia, la difamación. Arroje la primera piedra el que esté libre de estas culpas o insidias humanas, tan antiguas como el origen de los tiempos de los seres humanos en la tierra. No estoy seguro si la definición de estas “perlitas”, primas hermanas de la envidia, el recelo y la denigración, pase por las pasiones humanas a las que atribuimos nuestras maldades, o si son simples pilares de una raquítica constitución moral. De una manera u otra todos hemos experimentado, perpetrado o sufrido en algún momento de nuestra vida este género de acciones (y eso que nos consideramos dentro de una altísima e intachable condición).


Jorge amado



Las famosas puñaladas por la espalda sí existen y el sentido figurado no las vuelve menos dolorosas. La fábula del escorpión, que pide ayuda para atravesar un rió y termina matando a la mitad de las aguas a su benefactora la rana, ahogándose con ella, debería servir para atribuir nuestros defectos al reino animal, sin buscar la moraleja evolutiva que nos justifique. Al pobre Maquiavelo se le endilgan más recomendaciones traicioneras de las que verdaderamente sugirió a su Príncipe.


Hay gente que registra sus actos en una supuesta escala de la inteligencia, donde figurar como más “vivo”, pasa por ser más listo (tradúzcase en truhán). Cargar los dados, sacarse de la manga la carta escondida, escalar posiciones pisando a personas como a escalones, es lógico y natural para muchos. Casi no hay atleta internacional del ciclismo al que no se le acuse de haberse dopado (o gran boxeador o futbolista). Y lo peor de todo es que en la mayoría de los casos la intoxicación que fortalece al triunfador ha sido comprobada, escandalosa.


En años recientes en el panorama internacional fuimos víctimas de una tergiversación que provocó una guerra que azuzó a los avisperos fundamentalistas. En el pasado inmediato trascendió que cientos de vuelos con supuestos criminales terroristas se han posado en aeropuertos europeos rumbo a prisiones ilegales sin que los “gobiernos amigos” hayan sido enterados del trasiego de individuos a los que no se respetan sus derechos humanos. El discurso doble existe y lo confirman fuentes de los propios países afectados. Nos vamos habituando a conocer, años después, detalles espantosos de acciones perpetradas en nombre de una supuesta legalidad o de una autodefensa que sólo protege intereses económicos.


Aún recuerdo una brillante entrevista realizada al destacado hombre de teatro Albert Boadella, fundador hace 9 lustros del grupo catalán “Els Joglars”, que como su nombre lo indica, emula las hazañas de los hombres que esparcían los sucesos más importantes de su época con talento, agudeza y gracia. “Els Joglars” es un referente fundamental de la historia del teatro en la península Ibérica y su director ha sido un mordaz crítico de los abusos del poder, vengan de donde vengan. Ya en la época de la dictadura  franquista enfrentó una dura censura que le costó sufrir un proceso penal del que se sustrajo escapando por los muros de un hospital, y exiliándose.


En la entrevista en cuestión, una de las cosas que más me marcaron fue cuando le preguntaron sobre sus malquerientes, que son muchos, tanto en Barcelona como en Madrid; Boadella, quien se considera a sí mismo y con mucho orgullo un “bufón”, respondió que a los enemigos hay que “cultivarlos” con nuestras acciones afirmativas y prácticamente “regarlos” cotidianamente, como a una flor. Para él, sus detractores son una buena indicación de que su labor es creativa, tan constructiva que la envidia despertada por su éxito lo ha vuelto un objetivo de las críticas más bajas que puede recibir un director independiente. Esto me hace recordar un adagio que se le atribuye a  Cervantes, aunque se alega que nunca lo habría escrito, cuando supuestamente le recuerda el Quijote a don Sancho, de que si los perros ladran “es porque vamos caminando”.


El tema es propicio para compartir con ustedes la traducción que hice de unos textos llenos de agudeza y mordacidad. Se trata de unos bellos fragmentos en prosa del gran escritor brasileño Jorge Amado. Tuve la ocasión de encontrarle varias veces en mis épocas cariocas; su trato salpicaba la generosidad e el ingenio propio de los “bahianos”, los ciudadanos de Salvador, una de las capitales de la corona portuguesa en América del sur. Allí tiene su sede uno de los cultos espirituales más poéticos y vitales del mundo: el candomblé. Ese cuerpo de creencias “importado” por los esclavos africanos al continente americano es uno de los elementos fundamentales de la cultura popular del Brasil contemporáneo. Allí, muy cerca de uno de los barrios coloniales mejor preservados conocí a la “Mae Minininha” del Gantois, considerada una “Orixá”, deidad respetada en las dos orillas del océano.  “Mae Minininha”-cuya traducción es “Madre Niña”- protegió e inspiró espiritualmente la carrera de muchos músicos, pintores, poetas y escritores, entre los que se contaba el propio autor de “Doña Flor y sus dos Maridos”.


Les dejo con unos fragmentos de su formidable ingenio:


DE LOS ENEMIGOS

Le tengo horror a los hospitales, los fríos corredores, las salas de espera, antesalas de la muerte, y más aún, a los cementerios donde las flores pierden su vigor; no hay flor bonita en el camposanto. No obstante, poseo un cementerio personal. Yo lo construí e inauguré hace algunos años, cuando la vida maduró mis sentimientos; en él entierro a aquellos que maté, o sea, a aquellos que dejaron de existir para mí, a aquellos que murieron: los que un día tuvieron mi estimación y la perdieron. Cuando un tipo va más allá de todos los límites y de hecho me ofende, ya no me enojo, no me pongo furioso con él, no me peleo, no corto relaciones, ni le niego el saludo. Lo entierro en mi cementerio “en él no hay tumbas familiares o túmulos individuales; los muertos yacen en la fosa común, en su promiscuidad ordinaria, en su grosería. Para mí el fulano murió, fue enterrado, haga lo que haga ya no puede lastimarme. Raros entierros “menos mal” de un pérfido, de un perjuro, de un desleal, de alguien que faltó a la amistad, traicionó al amor y actuó interesadamente, falso, hipócrita, arrogante; la impostura y la presunción me ofenden fácilmente. En el pequeño y feo cementerio sin flores, sin lágrimas, sin una pizca de saudade (apenas traducible por nostalgia), se pudren unos cuantos sujetos, unas pocas mujeres, a unos y a otras las barrí de la memoria, les saqué de la vida. Encuentro en la calle a uno de esos fantasmas, me detengo a platicar, escucho, correspondo a las frases, los saludo, los elogio, acepto el abrazo, el beso fraterno de Judas; sigo adelante, el tipo piensa que me engañó una vez más, no sabe que está muerto y enterrado.


DE LA ENVIDIA

No envidio a quien quiera que sea. La riqueza, el talento, el éxito, la gloria, de mi prójimo y del distante no me afligen; soy capaz de expresar admiración, de aplaudir, de entonar loas, y transportar en andas, como en procesión; me gusta hacerlo. El éxito de un amigo es el mío, y no es necesario que sea un amigo, basta que sea un paisano, bahiano, brasileño, y a veces, ni eso; basta que le descubra talento, vocación. Me alegra depararme con un poeta, con un novelista joven, debutante de inspiración verdadera, porque salgo a anunciar inmediatamente el acontecimiento. Inmune a la envidia, me siento libre para ejercer la admiración y la amistad, ¡qué belleza! Nada más triste que alguien que sufre con el éxito de los demás, que es esclavo de la negación y de la amargura, que babea envidia, y se arrastra en el desprecio, un infeliz.


DE LA CRÍTICA

Ninguno de mis detractores, tantos que no pierden la ocasión para hablar mal de mí, sabihondos, cuya misión crítica es negar cualquier valor a mis libros; ninguno  de ellos conoce tan bien mis limitaciones de escritor cuanto yo mismo; de ellas, tengo plena conciencia. No permito que me ilusionen los oropeles o los confetis. Sé también, a ciencia cierta, existir en las páginas que escribí, en las criaturas que creé, algo imperecedero: el soplo de la vida del pueblo brasileño. No cargo vanidad, ni presunción. Si orgullo.

1 Comentarios

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Mi estimado Embajador y amigo Edmundo Font , es un gozo leer tus textos atinadamente expresados con tu estilo único . Gracias por participarnos .

escrito por Alfredo Delgado 13/sep/20    00:00

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