Dice mi buen amigo José Antonio Yturriaga, diplomático de carrera, que ha sido embajador de España en viarios destinos de primer orden, que Pablo Iglesias no es hombre de su devoción, pero que “últimamente ha recibido un alud de críticas por las declaraciones que el pasado día 16 hizo sobre el antiguo Sáhara Español, que no me parecen justas, ni justificadas. A cada uno lo suyo”.
Por mi parte puedo añadir que no comparto buena parte de los puntos del programa político de Unidas Podemos y tampoco me parece excesivamente acertadas muchas de las actuaciones del interfecto como vicepresidente del Gobierno. Ahora bien, mis discrepancias con Iglesias no pueden un modo alguno, como le ocurre a Yturriaga, ocultar o minusvalorar una coincidencia clara y terminante con el líder de Podemos en una cuestión fundamental: su digna actitud de estos últimos días ante el conflicto del Sáhara Occidental.
Recordemos unos datos: la ONU ha establecido con claridad meridiana, y lo repite cada año hasta el día de la fecha, que el Sáhara Occidental es un territorio no autónomo pendiente de autodeterminación y que, pese a que España se ha desentendido de sus responsabilidades, nuestro país sigue siendo su potencia administradora, condición que no puede transferir legítimamente a ningún otro Estado. Y todo el mundo sabe que dicha autodeterminación viene siendo torpedeada por Marruecos, que ocupa ilegalmente buena parte del país por culpa del ominoso abandono español de 1975 ante la incomprensible pasividad de las mismas Naciones Unidas pese a que recuerdan cada año el conflicto, el vergonzoso silencio de nuestro gobierno y la escandalosa complicidad de Francia y algunos países árabes.
La acción militar emprendida por el Frente Polisario hace unas semanas contra el ocupante ha sido respondida por Marruecos con un nuevo chantaje a España de evitar cualquier aproximación, por muy teórica y elíptica que sea, a los intereses saharauis: la “marcha verde”, ahora de desesperados ciudadanos marroquíes sin oficio, ni beneficio que han encontrado la manera de llegar hasta las islas Canarias. ¿Ha protestado el gobierno español por esta artera y miserable maniobra? En absoluto, nos hemos limitado a mandar a algunos ministros para “negociar” con los que han abierto a la emigración ilegal unas fronteras hasta ayer mismo vigiladísimas con el fin de crear un terrible problema al archipiélago vecino y, por ende, a España.
Tan artera y maquiavélica ha sido esta maniobra, que algunos medios informativos españoles confunden la situación al rocambolesco extremo de culpar de ella no a Marruecos, que es su verdadero responsable, sino ¡al Frente Polisario! que es el que la padece desde hace casi medio siglo.
Dicho todo lo cual, la conclusión es obvia: no me duelen prendas en aplaudir en esta ocasión al vicepresidente segundo del Gobierno español. En esta coyuntura, Iglesias ha brillado con luz propia porque ha sido el único ministro que ha recordado con valentía y claridad que el Sáhara Occidental sigue esperando algo tan elemental como es el ejercicio de una vez por todas, sin coacciones y con plena libertad, de su autodeterminación.
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