"Dales la vuelta, / cógelas del rabo (chillen, putas), /azótalas, / dales azúcar en la boca a las rejegas, / ínflalas, globos, pínchalas, / sórbeles sangre y tuétanos, /sécalas, / cápalas, / písalas,/ gallo galante, / tuérceles el gaznate, cocinero, / desplúmalas, /destrípalas, toro, / buey,/arrástralas, / hazlas, poeta, / haz que se traguen todas sus palabras".
"Dales la vuelta, / cógelas del rabo (chillen, putas), /azótalas, / dales azúcar en la boca a las rejegas, / ínflalas, globos, pínchalas, / sórbeles sangre y tuétanos, /sécalas, / cápalas, / písalas,/ gallo galante, / tuérceles el gaznate, cocinero, / desplúmalas, /destrípalas, toro, / buey,/arrástralas, / hazlas, poeta, / haz que se traguen todas sus palabras".
El rotundo poema entrecomillado, de Octavio Paz, da pie a una "declaración de intenciones" que retoma mis crónicas de "La Gavia", publicadas en diversos órganos informativos durante siete años, semanalmente, y que en una nueva face retomo ahora con la promesa de una mayor mesura, en busca de decir más, (y más hondo) con poco, con "Palabras contadas".
Contar con palabras, invocando a Kronos, el dios griego que nos somete a la guadaña de pedernal con la que cosecha día a día nuestra existencia. Palabras contadas, como de granos de maíz sobre la planilla acartonada de la lotería casera: una pepita germinada para el gallo; dos Vade retro en la casilla del diablo; tres declaraciones para Iemanjá, mi sirena amorosa; cuatro antídotos para el alacrán que no niega la cruz de su parroquia, y así por delante...
Sumar y restar con palabras, no solo enumerando. Y hacer de cuenta que se está viendo fijamente a los ojos del lector mientras se escribe.
El origen de los artículos tendrá que ver mucho con el espejo matinal. Con mirarse impresentable cada mañana, sin el aliño -esa suerte de aceite extra virgen, dos veces vestal, y el bálsamo del alma del vino- que también se llama orgullo propio, opinión personal, creencias, prejuicios, dejos ideológicos, paradojas y contradicciones.
Decía, habría que medir el tamaño del exabrupto o del susurro amoroso. Tratar con dignidad, no con rabia; acariciar con ternura -valga la redundancia de la mano suave y la mirada opacada por una lagrima sin causa- para no avasallar, para proponer, para preguntarse, con una suerte de muletilla, como la que expresaba Octavio Paz de tanto en tanto: ¿no es así, no es verdad?
Contar cada letra permitida en el ciberespacio o en el papel entintado tan en merma en los últimos tiempos. Contar y a veces cantar. Contar, concentrar impresiones, sentimientos, como quien amasa pan para asar en fuego critico y untar la hogaza con los tomates luminosos de la poesía cotidiana (aunque se condimente con la sal de los desastres o de la denuncia de las injusticias); sin olvidar el sueño de la realidad y la realidad del sueño, pero tomando en cuenta el aguafuerte de Goya: "el sueño de la razón produce monstruos".
Todo esto dicho sin juego de palabras, con las "palabras contadas".
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