Paso varias horas a la semana frente a la televisión. Lo cuento poco porque no es considerado "intelectualmente" correcto hablar de ello y da cierta vergüenza confesar que se asiste, aparentemente perdiendo el tiempo, a los múltiples contenidos de la denominada "caja idiota". Ello, en vez de aplicarnos a tratar de agotar la lista inabarcable de la bibliografía personal que se ha ido acumulando durante varias décadas, con temas y géneros tan diversos, en cinco o seis idiomas en mi caso. Claro que la acumulación de libros depara un grave problema de espacio, pero eso es harina de otro costal existencial, sobre todo para la suerte de gitano errante que soy desde los 18 años y con dos casas habitación distintas y hoteles -bibliotecas fijas y móviles- durante los últimos tiempos (aquí viene a cuento recomendar la lectura de una deliciosa historia del gran Tito Monterroso sobre la imposibilidad de deshacerse de los libros que hemos ido acumulando).
Dije "caja idiota", esa definición que es un viejo lugar común, para contar que la mía, la que contiene mi programación televisiva por satélite, intenta transmutarse en una suerte de cajón de sastre de cierta inteligencia inspiradora, a partir de un buen volumen de material informativo combinado con el pasatiempo de cinéfilo y de algunos espacios de debate y enfoque cultural. Me explico: además de "zapear" de un canal a otro de los que ofrece la limitada oferta de las programadoras por cable o por satélite- trato de concentrarme en noticieros y programas de entrevistas emitidos desde varios países del hemisferio norte. El mío es un esfuerzo cotidiano que no quisiera infructuoso; una opinión internacional contrastada debe enriquecer y normar criterio en una realidad tan cruenta como la de nuestros días.
Y omito, en la medida de lo posible -más allá de los resúmenes que abren o cierran los noticieros- ver a muchos y a muchas de nuestros divos y prima donna que abusan de una actitud personalista cuando repiten, sin el menor pudor: "...les TENGO una novedad, tal y cual..." sin espetar que lo que nos "tienen" es producto de una labor de equipo de docenas de esforzados periodistas y redactores que recogen y preparan cuidadosamente los textos que ellos y ellas leen, apropiándose sin consideración de una importante labor de equipo. También es chocante ver como se abusa del tuteo, colocándose en supuestas posiciones de innecesaria igualdad con políticos o personajes en general, sobre todo de la farándula, en un trato innecesariamente personalista.
Un periodista extranjero opinaba sobre el quehacer informativo en México diciendo que se abusaba de "editorializando" cualquier materia, en vez de ir al grano de manera puntual. En los noticieros actuales de la televisión abierta esa peculiaridad tiene una vertiente penosa y poco ejemplar para quienes se inician en el oficio. Hay muy pocas excepciones de verdadero rigor informativo. El contraste es fácil identificarlo. Es tan simple como hacer un recorrido por los noticieros de televisiones públicas y privadas del orbe a través de las antenas mundiales.
También hay imitaciones claro. Recuerdo la importación de lenguaje corporal de una bella presentadora de televisión italiana que adelantaba un codo sobre su escritorio para proyectar una imagen de carácter severo, que fue copiada por más de una presentadora latinoamericana. En un análisis más riguroso los especialistas podrían aducir la necesidad de proyectar singularidad y legitimidad en quien da la cara de las redacciones para "informar", más que para formar opinión. De allí la difícil selección de los "actores" de la noticia. Yo pienso que entre menos protagonismo habrá más eficacia.
Además de la propuesta informativa y de series añejas y nuevas como la del Inspector Maigret, el Comisario Montalban, y Wallander, de los grandes creadores Simenon, Camilleri y Mankell, he estado prácticamente "abonado" a dos programas de gran calado cultural, uno de la DW y el otro de TVE (televisión alemana y española). En emisiones dominicales (en versión para Hispanoamérica), de manera ágil pero sin perder profundidad el magazín "Cultura 21" refleja el espíritu plural de la sociedad alemana contemporánea con una amplia mirada a diversas y ricas manifestaciones de la "periferia cultural". En tan solo media hora tomamos nota de novedosas manifestaciones y vertientes artísticas propias y ajenas que además de ponernos al día en temas de artes plásticas, danza, teatro o literatura, aportan un considerable bagaje semanal de incitación creativa.
El otro magnífico programa de contenido literario de la televisión en lengua española tiene un título de resabio gastronómico por lo penetrante y "picante" que pueden ser sus entrevistas y discusiones. Se trata de "Libros con Uasabi" que dirige uno de los escritores peninsulares más iconoclastas, Fernando Sánchez Dragó, y en la que participa un panel de mujeres intelectuales muy brillantes, Ayanta Barilli, Ana Grau y Elia Rodríguez. El formato de ese programa semanal que rememora al célebre "Apostrophe" de Bernard Pivot, representa una suerte de acicate creativo también; nos introduce en los infinitos mundos que la literatura propone y contribuye a sumergirnos en la condición humana que reflejan los poemas, las novelas, la dramaturgia y los ensayos con que que podemos reflexionar e iluminar nuestros días.
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