Hoy me paseo por la T2 en busca de las andanzas de los dirigentes del PSC, que van y vienen a Madrid con un desconocido frene-sí es sí en busca del pacto y, sobre todo, del poder de la intriga, en unas primarias en las que nadie sabe quién va a ganar, salvo los mandos de la antigua calle Nicaragua, que a estas alturas ya barruntan cómo van a repartir su anunciada imparcialidad entre los candidatos; porque ahora lo que toca es llevarse bien con el PSOE, aunque las viejas amistades se rompan y el "no es no" todavía resuena en los oídos de los votantes. Como siempre, el único que no se entera es el pobre Ballart, el alcalde de Tarrasa, al que sus compis han dejado fuera de cualquiera de los bandos en litigio y aun más, del de quien va a ganar en esta tierra de independentistas confesos y federalistas timoratos.
Y mientras espero a Miquel Iceta y los suyos, me doy una vuelta para visitar lugares que me son muy queridos en los que tomarme un copazo, mientras mi señorito reclama todo encendido una maleta que los de Vueling le han enviado, creo, que a Italia aunque él la haya embarcado en La Coruña con destino a Barcelona. Me relajo delante de la copa del malta de doce años y escucho, porque en estos sitios hasta las paredes hablan.
Cerca de mí, unos conocidos ratones sindicalistas del gremio de la restauración, hablan acaloradamente. Como si no pasara nada, pongo la oreja porque como dice el viejo anuncio de la radio, "cuate, aquí hay tomate" y por lo que puedo escuchar, estos sindi andan algo escocidos porque Aena ha sacado un nuevo concurso de restauración que básicamente va a incrementar la oferta de tapeo en el Aeropuerto con un número mayor de locales que darían lugar a nuevos puestos de trabajo. ¡Sopla esto me interesa! me digo a mí mismo, y cambio de posición poniendo más cerca la otra oreja. La inversión, según las propias palabras de mis amigos, rodaría los 30 millones de euros, lo cual significa, ni más ni menos que se incrementa el número de locales, pasando de 42 a 50, y también la superficie en unos 2.000 metros cuadrados más de zona de restauración.
Ante semejante atentado a su bienestar sindical, ya que los trabajadores mejor pagados son sus presuntos clientes han decidido hacer una huelga, y plantar cara a la patronal aeroportuaria, sabedores de que el trastorno que le causa a los pasajeros juega siempre a su favor. Aquí lo que realmente importa es que los pasajeros se dispersen por los nuevos garitos y no los sueldos de la mayoría de los que ya están trabajando y, sobre todo, el de los muchos más que lo van a hacer en la nueva superficie. Tampoco tienen importancia los gustos gastronómicos de los viajeros: hay lo que hay, y si no te gusta venir a mi local, te comes el catering del avión. Por si fuera poco, los que protestan delante de mis delicados bigotes, saben de sobra que no habrá despidos ya que los puestos de trabajo se subrogan y que a los que cambien de patrón se le sumarán otros compañeros que encontrarán por fin trabajo.
Acabo el copazo y me quedo con la copla, que ahora está muy de moda escuchar a la Pantoja, y vuelvo a la consigna de la sucursal de los padres del Brexit, para comprobar si mi infortunada baranda ha conseguido recuperar la maleta perdida. Lo encuentro enfurecido y a punto de llegar a las manos, ante lo cual, y por si la huelga comienza ya, me acerco a un vasco que hay cerca y me pierdo entre el aroma de sus pinchos en busca del bienestar perdido.
¡Y pensar que en este país hay gente que quiere montar una huelga porque abren nuevos y deliciosos lugares para el placer personal.......!
Miauuuuuuu.....!
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