La teta y usted

Carlos García-García
Doctor en psicología y psicólogo clínico

Imagine que acaba de nacer. Siento ser poco romántico pero usted es un simple mamífero y, como tal, la primera relación con su madre no es una cuestión de amor sino de supervivencia. Ella habrá tenido sus razones o sinrazones para concebirle pero eso a usted se la trae al pairo, pequeño egoísta. Lo único que requiere de ella es que mantenga por usted el equilibrio biológico necesario para vivir. Por ejemplo, que le proporcione alimento cuando lo pida.


La falta de manduca produce en su organismo un desorden bioquímico que indica que algo no va bien. Su llanto es la sirena, la llamada desesperada a restablecer el equilibrio. La naturaleza es sabia: si su madre (o sus sustitutos alimentantes) acuden a la llamada y resuelven la necesidad, usted seguirá viviendo. Sus primeras semanas de vida van a discurrir plácidamente bajo ese paraguas natural y coherente que le proporciona la seguridad de que todo está donde debe, de que existe una correspondencia exacta entre su necesidad, la comida, y el objeto que la sacia, el pezón. Pero, no se acostumbre, ese paraíso va a durar poco.


Un día de estos, usted se dará cuenta de que la teta no está siempre disponible o, mejor dicho, de que mamá es algo más que una teta. Detrás hay una señora que se mueve y tiene otros intereses más allá de usted. Se preguntará, entonces, qué hace mamá cuando no está, adónde mira, adónde va..., y empezará a echar de menos no tanto a la teta como a su portadora. Comenzará a desear (que no necesitar) la atención de mamá más que nada en el mundo. Desde entonces, toda su existencia, por fantástica que sea, estará dirigida a resolver el misterio del deseo de mamá, hacerse con el grial, ese mito, y volver a ser el centro del mundo, completito como cuando nació y era poco más que un tubo digestivo.


Desde el momento en que el deseo sustituya a la necesidad, estará en permanente falta, a diferencia de la foca, el armadillo o el escarabajo que funcionan como un reloj. No es nada dramático, es solo la condición humana. Aristóteles y Teresa de Calcuta también pasaron sus vidas buscando la teta perdida.


El modo según el cual usted se relacione con su falta esencial, con el misterio de los misterios, con su particular Rosebud, conformará su forma de ser y estar en el mundo. El deseo se convertirá en su motor, le llevará a caminar y a hablar, a relacionarse con los demás, a aprender y a iniciarse en cada experiencia de la vida. Suerte.


Se me olvidaba advertirle de que dentro de poco van intentar seducirle para que desee cosas, muchas cosas. Apuntarán con precisión a la diana para transformar su deseo eternamente insatisfecho en necesidad perentoria. Cuando se sorprenda diciendo que “necesita” tal o cual cosa piense en su relación con la teta. Dese cuenta de que alguien estará intentando que usted crea revivir el espejismo que mueve el mundo, el paraíso en el que usted está ahora mismo mientras succiona ese pezón lácteo y que pronto desaparecerá para siempre.

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